domingo, 16 de febrero de 2014

HOJAS PERDIDAS



Ocho meses ya, Arcendo, por más que me lo repito sigo sin creerlo. Los vientos y los temporales de la vida deberían apaciguar el revuelo de este rincón apartado de mi corazón, donde te echo de menos.

Consuela mucho tu Hoja viva, pero siempre con el miedo de que un día salga volando tras de ti. Esta noche, madrugada de las mías, como las de aquellos  tiempos en que en ellas nos encontrábamos, de blog a blog, no puedo seguir, no hay palabras que den forma a mis sentimientos... Alguien me ha dicho que los ocho meses son cruciales para el dolor de las ausencias.
 
Por eso he tomado prestado este poema, soneto de catorce versos, que nuestro querido Terly compuso hace unos días para aquellos seres queridos que se le fueron y entre los que me dijo estabas tú ¿Cómo no ibas a estarlo si eres nuestro invicto Capitán.

 

Hojas perdidas

 Las hojas que he perdido en el camino,
han alfombrado mi alma de tristeza,
mis flores han perdido su grandeza
quedándose en el tallo algún espino.

Sentado en una peña bajo un pino,
ya no gozo del bosque su belleza,
y aunque aparto de mi mente la maleza,
nunca aparece un río cristalino.

¡Quién pudiera encontrar tras el collado,
allá en la distante lejanía,
un nítido horizonte de sosiego

donde dejar mi cuerpo abandonado,
donde la luz, la paz y la armonía,
calmen en mi interior el vivo fuego!...

JJRME (Terly)"


Mira, Capitán esta serenata de Toselli, fue una de las músicas elegidas por mi sobrina Elisa para su funeral. Otro día te hablaré de ella, aún tengo mucho dolor dentro por su muerte.
 
  Te gustaba tanto la buena música, elegías entre todas sus facetas según tu estado de ánimo o lo que querías expresar. Esta noche, esta madrugada, siento la necesidad de vivirla contigo.


 
 

sábado, 8 de febrero de 2014

GRACIAS CAPITÁN



 
 
Ya ves, Capitán, tanto enfurruñarme por tu marcha, hoy vengo a darte gracias, como tantas veces hice en tu blog.
 
A agradecerte vengo de todo  corazón por algo que gracias a ti y al buen Dios pude vivir con tu familia y algunos amigos. Sí, hablo de tu funeral, que yo no llamaría así porque en realidad fue una Misa de acción de gracias (otra vez, gracias) por tu existencia compartida con nuestras vidas, aunque con algunos de nosotros sólo fuera de manera virtual, pero que llegó a transcender más allá de la pantalla en una comunión de todo lo humano y lo divino. Llegué a sentirte hermano, amigo del alma a quien confiar ideales y sentimientos, algo  difícil de conseguir en el mundo de hoy.
 


 
 
 
Esa misa tuya, en la recogida Iglesia de San Pío X, la sentí como un detalle que Dios Padre me entregaba de tu parte, ya que no pude despedirme de ti. Sencillo, íntimo, sin ostentación alguna, familiar y amoroso. Se veía el recogimiento y el amor en todos, en Guadalupe y tus hijos, también en cuantos en orante silencio ofrecíamos la Santa Misa por ti, Capitán querido. Aquella Misa que, con nuestras lágrimas, era un canto de gloria y agradecimiento al Señor por habernos prestado por un tiempo a alguien como tú.
 
 
 
Qué bien se estaba en aquel templo, al que acudimos con la esperanza de escuchar, por parte del sacerdote y de tu propia familia, lo que sabíamos de antemano que íbamos a escuchar: "Antonio está salvado", "Antonio tenía el secreto de la felicidad"; palabras que una y otra vez me repito a mi misma, palabras que fueron como un guión que llevábamos aprendido a través de cada post de tu HOJA.  
 
Qué cálido dolor nos recorría por las venas aquella tarde de junio, doce días apenas de tu marcha, en aquel contacto con tus seres queridos, al palpar cuanto amor repartiste, cuanto amor te llevaste y cuanto amor dejaste en la tierra.
 
Cálido dolor que sigue corriendo por mis venas a la espera de nuestro  reencuentro en la Casa del Padre.
 
Te confieso, Capitán de los Tercios Blogueros (Cómo me gusta cuando veo que otra querida bloguera también te llama así)  desconocer que cuerda de arpa ha sonado hoy en mi interior para recordar un día como aquel. Ni siquiera se cumplen meses de tu partida. 
Sea como sea vaya este post para decirte, todavía con lágrimas:
 
GRACIAS, GRACIAS, MI QUERIDO CAPITÁN